Una concepción del mundo no es un saber, tampoco es conocimiento en el sentido en que lo es la ciencia positiva. Es una serie de principios que dan razón de la conducta del sujeto. La consciencia de la vida cotidiana puede interpretarse en términos de principios o creencias muchas veces implícitas, “inconscientes” en el sujeto que obra o reacciona.
Esas creencias inspiradoras de la conducta cotidiana, están explicitas en la cultura de la sociedad en que vive. La parte contemplativa o teórica de la concepción del mundo esta íntimamente relacionada con la parte practica.
El principal problema planteado por el Anti-Dúhring sería el papel de la concepción del mundo respecto del conocimiento científico-positivo.
Las concepciones del mundo suelen presentar unas puntas, muy concentradas y conscientes en forma de sistema filosófico.
La concepción del mundo contiene esencialmente afirmaciones sobre cuestiones no resolubles por los métodos decisorios del conocimiento positivo, que son la verificación o falsación empíricas y la argumentación analítica (deductiva o inductivo-probabilitaria).
Una concepción del mundo que tome a la ciencia como único cuerpo de conocimiento real se encuentra visiblemente por delante y por detrás de la investigación positiva. Por detrás, porque intentara construirse de acuerdo con la marcha y los resultados de la investigación positiva. Y por delante porque, como visión general de la realidad, la concepción del mundo inspira o motiva la investigación positiva misma. Por ejemplo si la concepción del mundo del científico moderno fuera realmente dualista en la cuestión alma-cuerpo, la ciencia no habría emprendido nunca el tipo de investigación que es la psicofisiologia, y el psicólogo no se habría interesado por la fisiología del sistema nervioso central desde un punto de vista psicológico.
Cabe decir, que esa inspiración se produce constantemente, a lo largo de la investigación, en combinación con las necesidades internas, dialectico-formales de ésta.
La concepción Marxista del mundo.
La “concepción materialista y dialéctica del mundo”, esta movida por la aspiración a terminar con la obnubilación de la consciencia, con la presencia en la conducta humana de factores no reconocidos o idealizados. Es una concepción del mundo explicita. La concepción marxista del mundo no puede considerar sus elementos explícitos como un sistema de saber superior al positivo. El nuevo materialismo, escribe Engles en el Anti-Dúhring “no es una filosofía, sino una simple concepción del mundo, que tiene que sostenerse y actuarse no en una sustantiva ciencia de la ciencia, sino en las ciencias reales. En él queda “superada” la filosofía, es decir, “tanto superada cuanto preservada”, superada en cuanto a su forma, preservada en cuanto a su contenido real.
Podemos hablar de recusación de toda filosofía sistemática: no hay conocimiento “Aparte”, por en cima del positivo. Según Kant tampoco para el marxismo hay filosofía, sino filosofar. En segundo lugar, puesto que su punto de partida y de llegada es la “ciencia real”, esa concepción del mundo no puede querer más que explicitar la motivación de la ciencia misma. Esta motivación es que puede llamarse “inmanentismo”: el principio de que la explicación de los fenómenos debe buscarse en otros fenómenos, en el mundo, y no en instancias ajenas o superiores al mundo. Este principio está en la base del hacer científico.
En este postulado de inmanentismo, definidor de la posibilidad del conocimiento científico, se basa la concepción marxista del mundo. El materialismo es lo primero en el marxismo incluso históricamente.
El materialismo es uno de los dos principios fundamentales de lo que Engels llama “concepción comunista del mundo”. El otro es el principio de la dialéctica. Este se inspira no tanto en el hacer científico-positivo cuanto en las limitaciones del mismo.
La ciencia positiva realiza el principio del materialismo a través de una metodología analítico-reductiva. Su eliminación de factores irracionales en la explicación del mundo procede a través de una reducción analítica de las formaciones complejas y cualitativamente determinadas a factores menos complejos y mas homogéneos cualitativamente, con tendencia a una reducción tan extrema que el aspecto cualitativo pierda toda relevancia.
El análisis reductivo practicado por la ciencia tiene regularmente éxito. Es un éxito descomponible en dos aspectos: por una parte, la reducción de fenómenos complejos a nociones más elementales, más homogéneas. Por otra parte, el análisis reductivo posibilita a la larga la formación de conceptos más adecuados.
Al basarse en un análisis reductivo que prescinde de la peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados y reducidos, los conceptos de la ciencia en sentido estricto son invariablemente conceptos generales cuyo lugar está en enunciados no menos generales, “leyes”, como suele decirse, que informan acerca de clases enteras de objetos. Con ese conocimiento se pierde una parte de lo concreto: precisamente la parte decisiva para la individualización de los objetos.
La concepción del mundo tiene por fuerza que dar de si una determinada comprensión de las totalidades concretas.
Según Lenin “el alma del marxismo” es “el análisis concreto de la situación concreta”. El análisis marxista se propone entender la individual situación concreta sin postular mas componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y el análisis reductivo científicos (y en esto es el marxismo un materialismo).
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